El pasado lunes, autoridades del Gobierno de la Ciudad de México removieron la icónica Palma ubicada en la Glorieta del mismo nombre en la avenida Paseo de la Reforma, debido a que está afectada por un hongo.

Asimismo el ejemplar adornó dicha zona por más de 100 años. Sin embargo, la Palma no es una especie nativa de lo que hoy es la capital del país. Por ello, en Casa Centli, una asociación civil que promueve la cosmovisión ancestral mexicana, queremos recordar qué tipo de vegetación existía en la antigua Tenochtitlán y analizar las razones por las cuales un Ahuehuete sería la mejor opción para sembrar en Paseo de la Reforma.

El gobierno capitalino abrió un portal en internet donde la población puede elegir cuál árbol es el que sustituirá a la icónica Palma de Reforma. Entre las opciones posibles están una Jacaranda, Sicomoro Mexicano, Fresno, Palma Canaria, Ceiba, Árbol de la Manita y Ahuehuete.

¿Por qué elegir un Ahuehuete?

Hay que recordar que sembrar árboles que no son endémicos puede ser perjudicial, tanto para el ejemplar, como para el ambiente. La Palma retirada de Paseo de la Reforma pertenecía a la especie Phoenix canariensia, originaria de las Islas Canarias, España, una región muy distinta a la Ciudad de México.

Sin embargo, es necesario volver a nuestras raíces y elegir especies de plantas y árboles que sean originarios de nuestra región, como el caso del Ahuehuete. Este árbol, nativo de México y Guatemala, suele desarrollarse bien cerca de pantanos, arroyos y manantiales, de acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad.

Este tipo de árbol también es llamado Sabino o Ciprés de Moctezuma y ésta última variedad sólo vive en ciudades mexicanas. Vale la pena recordar que el ejemplar del Árbol de Santa María del Tule, en Oaxaca, es un Ahuehuete con más de 2 mil años de antigüedad. Incluso, un ejemplar de este tipo de árbol habría sido en el cual Hernán Cortés lloró en la “Noche Triste”, cuando él y su ejército perdieron ante los Mexicas el 30 de junio de 1520.

Los especialistas William Cetzal-Ix y Eliana Noguera Savelli del Centro de Investigación Científica de Yucatán realizaron un recuento de la relación entre la naturaleza y los habitantes de la antigua Tenochtitlán en su texto “Jardines Prehispánicos de México”.

Chapultepec, zona cercana al actual Paseo de la Reforma, era considerado un lugar sagrado, ya que en una cueva cercana se ahorcó Huémac, el último gran señor Tolteca. Debido a ello, Moctezuma convirtió dicha zona en un lugar ceremonial. Con el fin de reconocer a los guardianes de la naturaleza, en Chapultepec, además de construir templos, se edificaron escaleras, calzadas y caminos rodeados de varios ejemplares de Ahuehuete, o Ahuehuetl.

El nombre Ahuehuetl en náhuatl significa “viejo del agua”, debido a que se desarrolla bien cerca de cuerpos de agua como arroyos. Por sus características, como un tronco grueso y alturas de hasta 40 metros, estos árboles guiaban y brindaban protección a los pueblos de la región conocida posteriormente como Mesoamérica.

Vale la pena recordar que los Mexicas tenían un gran respeto por la naturaleza. En náhuatl existe la palabra Xoxochitla, es decir, “lugar de flores”, usada para calificar a un jardín o un lugar donde se cultivaban muchas flores. Mientras que Xochitepanyo era un vocablo usado para señalar los jardines amurallados.

El Ahuehuete no era el único tipo de flora existente en dicha zona, ya que también cultivaron la que hoy conocemos como Noche Buena, o Cuatlaxóchitl. Los mexicas organizaron las plantas de acuerdo a su propia cosmogonía y de acuerdo con el tipo de uso medicinal que podían tener.

Según la Comisión Nacional Forestal, al Ahuehuete se le pueden dar diversos usos terapéuticos, entre ellos, de ligero anestésico para la boca, mientras que la resina del árbol es usada para tratar enfermedades cutáneas, dolor de cabeza y dolores reumáticos. El tapati, en la antigua Tenochtitlán, era el encargado de estudiar las características de las plantas, con el fin de preparar infusiones y brebajes para curar a los entonces gobernantes de la región.

Recordar nuestra historia y proteger la naturaleza, con base en los saberes de nuestros antepasados, también es una forma de cuidar el ambiente y mejorar nuestro presente.

Por Liliana Sandoval Galindo

Lic. en Trabajo Social por parte del Instituto Mexicano de Psicooncología (IMPo), Periodista de Oficio. Gerente de Operaciones en Visor Empresarial.

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