Anteriormente, las tareas domésticas y de cuidado han sido actividades realizadas por las mujeres, quedándose en casa a cargo de los niños, mientras los hombres salen a trabajar siendo los proveedores del hogar. No obstante, en la actualidad esta dinámica está desapareciendo de manera paulatina, debido a que más mujeres están rompiendo con este estereotipo.
La representante de INMUJERES, Carolina Maldonado, refiere que la economía de cuidados está tomando mayor visibilidad gracias al trabajo de las feministas que por años han luchado para traer al ojo público este tema.
La situación económica actual está empujando a las mujeres sumarse a la fuerza laboral, sin embargo, la mujer tiene un camino difícil, enfrenta un montón de obstáculos y tareas que no están bien distribuidas”
Carolina Maldonado, representante de INMUJERES
Que una sola persona salga a trabajar no permite que sostener una familia completa debido a la economía del país. Debido a ello, más mujeres se han sumado a la fuerza laboral, pero lo hacen dentro de la informalidad, ya que, al tener el peso del cuidado del hogar y de los hijos, no cuentan con el tiempo suficiente para combinar la vida laboral y personal, y prefieren optar por jornadas parciales donde no cuentan con seguridad social, ni prestaciones laborales.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT), apunta que las mujeres suelen ocupar empleos administrativos, de servicios, en el comercio y ocupaciones elementales, es decir, la mayoría no tienen puestos de alto rango.
Las labores de cuidado limitan y en muchos casos, no permiten tener tiempo para acceder a un trabajo formal, pues no se cuenta con la disponibilidad para cubrir un horario laboral completo, por ello, las mujeres representan una gran proporción de la economía informal. Las mujeres además de dedicar una jornada remunerada realizan una más dentro de casa.
De acuerdo con la OCDE, las mexicanas llevan a cabo más del 75% de los quehaceres del hogar, incluyendo las tareas domésticas y el cuidado de los niños, en promedio le dedican 39.7 horas a la semana, en contraste con las 15.2 horas semanales de los hombres.
A este trabajo y a todas las horas dedicadas al hogar y al cuidado de los hijos, de personas enfermas o adultos mayores se le conoce como economía de cuidados, un trabajo que no cuenta con derechos laborales, prestaciones, ni mucho menos un pago monetario, pese a que esta labor sea la base de la estructura familiar, aún permanece invisible y desvalorizado.
Pese a que estas actividades sean realizadas por una persona ajena al núcleo familiar, es decir, enfermeras, cuidadores o trabajadoras domésticas, en su mayoría quienes ejercen esta labor son mujeres, si bien, reciben un salario por este trabajo regularmente son bajos y en su mayoría no cuentan con prestaciones laborales, siendo relegadas de la economía formal.
Adam Smith, considerado como uno de los mayores exponentes de la filosofía económica, sentó las bases de la economía clásica dejando fuera el papel de las mujeres, así lo analiza Katrine Marçal en su libro ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?, donde toma en cuenta el trabajo del carnicero, el panadero y de todos los involucrados para llevar el alimento a su mesa, olvidando el trabajo realizado por su madre, preparar la cena. Olvidar esta labor es invisibilizar el aporte económico de la mujer.
Según el Banco Mundial, si se cerrara la brecha entre la participación de hombres y mujeres, el ingreso per cápita sería 22% más alto en México. Mientras que el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) apuntó que se obtendrían 2,500 millones de pesos adicionales por Impuesto sobre la Renta (ISR).
En el caso del ISR, a mayores sueldos, mayores impuestos, por ello, al acceder una de las partes de la familia a la formalidad, el otro se queda en la informalidad, que mayoritariamente son las mujeres quienes ocupan estos tipos de puestos”.
Héctor Villareal, director del CIEP.
La ONU Mujeres, por su parte, señala que en un esfuerzo por estimar el valor de lo invaluable, en distintas investigaciones se ha calculado que las contribuciones no remuneradas al cuidado de la salud que realizan las mujeres equivalen al 2,35% del PIB mundial o lo que es decir a 1488 billones de dólares de los Estados Unidos.
No es un tema privado, de las empresas, de las mujeres y de los hogares, es un problema público, donde el estado, las empresas, las familias, tenemos que participar. Asimismo, visibilizar el tema ayuda a ejercer presión para hacer un llamado a rediseñar políticas públicas basadas en roles no tradicionales, pues actualmente los roles de hombre y mujer han trascendido, sin embargo, las políticas se han quedado rezagadas”.
Tatiana Revilla, directora de Gender Issues.
Esta invisibilidad ocurre debido a que se piensa que estas actividades domésticas y de cuidado son innatas y responsabilidad propias de las mujeres, pues nacieron para ello. Afortunadamente se comienza a tomar en cuenta el desempeño de la mujer dentro de las organizaciones.
Diversos estudios apuntan que, las mujeres en posiciones de liderazgo incrementan la productividad de la empresa. De acuerdo a un informe de la OIT, apunta que la presencia de más mujeres en las altas esferas directivas mejora el desempeño de las empresas, aumentando hasta en un 20% su rentabilidad, además de acelerar la innovación.
Las mujeres son organizadas, proactivas, tienen una gran capacidad de liderazgo y mentoría, si las empresas se proponen a desarrollar este talento, aumentaría la productividad de la empresas. Permitir que las mujeres accedan a la fuerza laboral formal incrementaría sus propios ingresos y aportaría a la recaudación económica del país”.
Aideé Zamorano, fundadora de Mamá Godín
Por otro lado, la economía de cuidados sumado a una jornada laboral remunerada provoca un desgaste físico, emocional y mental en las mujeres.
No sólo basta con reconocer la importancia de la economía de cuidados, también se tiene que actuar para revertir estas desigualdades. Se necesita redistribuir esta carga de trabajo entre hombres y mujeres para juntos avanzar hacia una mayor equidad.
Hay un costo laboral para la mujer, lo vemos con la brecha salarial, la segregación ocupacional, y el costo aumenta aún más cuando deciden ser madres. Lo ideal, incluso utópico, sería eliminar este costo. Que toda mujer que decida ser madre no tenga que pagar este costo, sin embargo, todavía nos falta mucho por recorrer, pues en los países más avanzados todavía no se elimina en totalidad este costo”.
Tatiana Revilla, directora de Gender Issues.
Desde INMUJERES se promueve la norma 025, instrumento del gobierno que otorga el reconocimiento público a los centros de trabajo que demuestren que están adoptando y cumpliendo procesos y prácticas para la igualdad laboral y no discriminación.
Mientras que ONU Mujeres estableció los Principios para el Empoderamiento de las Mujeres, programa que busca la igualdad de género a través del sector privado, aumentar el empoderamiento económico y el liderazgo de las mujeres como base para un crecimiento sostenible, inclusivo y equitativo.
Este trabajo no sólo corresponde a las familias se necesita de la participación del Estado, empresas, comunidad y sociedad en general. Implementar políticas públicas que visibilicen la economía de cuidados. Ya vemos la activa participación de organismos como INMUJERES, ONU Mujeres y Gender Issues, sin embargo, todavía falta mucho por avanzar y lograr derribar estos tan marcados estereotipos de género”.
Aideé Zamorano, fundadora de Mamá Godín